Empezar un año nuevo me genera esa adrenalina similar a la que siento antes de irme en un viaje largo, cuando armo la mochila y todo es posibilidad, todo se renueva, aunque así mas no sea en nuestro sentir. El año se presenta como un libro con las páginas en blanco, listas, ansiosas de ser escritas, dibujadas, tachadas, borradas y vueltas a escribir. Pero como todo, cuando una puerta se abre otra se cierra (o se abre una ventana dirán los más optimistas), así fue que ya cerrando el 2012, además de festejar el cumpleaños número 70 de mi papá, celebramos que después de más de cuatro décadas de trabajo se jubilaba, cerraba esa puerta (más como entornaba en su caso) y abría otras nuevas, aún a un camino por ser revelado.
Listos para celebrar
Para honrarlo le preparé un menú especial para brindar por lo que viene y también por lo que se fue. La idea del menú fue llevar a los invitados por los cuatro elementos, un racconto gastronómico de la vida del homenajeado. Así, con el fuego como elemento que todo lo une y transforma, el menú empezó con una entrada de la tierra con un vol-au-vent de hongos, pasando al agua representado con el plato principal, un glorioso salmón rosado con salsa de mostaza de Dijon, vino blanco y albahaca con papines al limón. Para la salsa, simplemente diluir mostaza de Dijon con un poco de vino blanco, jugo de lima o limón y agregar hojas de albahaca en juliana. No falla.
¡El plato principal, aprobado por homenajeado!
Lo mejor lo guardamos para el final, con el aire como elemento principal representado en una copa helada de mousse de champagne rosado con coulis de frambuesa que vi preparar a la chef Isabel Vermal, dueña y artista de Smeterling, una patisserie con un sentido estético impecable, donde todos los sentidos reciben un mimo, desde el gusto a la vista.
Todos los aplausos para el final, como en la vida: ¡¡Lo mejor está por venir!!
Hasta la próxima!