Hace más o menos quince días, tomando el té en Central Cook una tarde de sábado, pedí al Universo -casi sin darme cuenta- un poco más de acción, un cambio, más tole tole. Bueno señores, a pedir al Universo porque después de la semana que tuve puedo decir sin lugar a dudas que los cambios están a pedir de boca y que el Universo responde sin demora en menos de 7 días.
Un breve resumen de la última semana incluiría, entre otras cosas: Más de seis viajes a Ezeiza llevando al crew de dos bandas internacionales; un city tour a altos ejecutivos de una empresa española; una semana viviendo -y morfando- en el Hotel Madero con un evento corporativo; un nuevo Blackberry (en reemplazo de mi antiguo zapatófono sin internet); un nuevo perrito; cervezas con un basketbolista olímpico y ganador en la NBA; una noche espantando fans de banda ochentosa; una nueva parte de mi familia, después de descubrir que el técnico de sonido del evento era en verdad mi primo segundo y, como si fuera poco, cenas y almuerzos soñados, en especial en Espacio Dolli, un lugar donde la comida es arte.
Dolli en su Espacio (Fotos: Paula Moneta)
El mundo de Dolli se esconde en una callecita sin salida del barrio de Palermo, atrás de una puerta gris discreta que no dice nada pero que guarda el secreto de esta gran chef que abre las puertas de su cocina para compartir algunos -solo algunos- de sus secretos. Un pasillo largo con bibliotecas donde asoman libros y recuerdos del norte argentino nos llevan a un salón comedor con una cocina abierta, y mesas que se reúnen en torno a una chimenea. Todo en Espacio Dolli es simple y elegante, discreto y armonioso, como su comida: no necesita alardear quien tiene tanto talento.
Pasteles de Choclo y Causa Limeña
Dolli es jefa de su cocina, de eso no quedan dudas. Bien podría estar cocinando para Obama como para rockstars y presidentes de empresa que, si no prestan atención a la cocción de la cebolla o se demoran en rallar el choclo para la humita, van a recibir una reprimenda de esta capitana que no deja lugar a la insubordinación. Y está muy bien, exige en la medida que se exige.
En el gran patio, al lado de su horno de barro, probamos empanadas de queso de cabra y pimientos, pequeños choripanes, pinchos de pollo, pastelitos de choclo con palta y langostino (pedacitos de cielo) y causa limeña. Uno más rico que el otro.
Sabores Argentinos en el patio de Dolli
Ya adentro y en torno a su gran cocina, Dolli asignaba tareas a cada uno: Rallar el choclo, sofreír la cebolla, dorar las tostadas, comenzar a emplatar la humita a la cacerola -que estuvo lista en menos de 20 minutos-, mientras el plato principal -cordero al malbec con papines y verduras- se cocinaba a fuego lento hasta el punto de deshacerse con la mirada. Para el postre, un milhojas de manzana, el más rico que probé en mi vida y que intentaré hacer este fin de semana.
Humita a la cacerola
Así pasó la última semana, un canto a la vida freelance que un día te encuentra almorzando en el carro de panchos de Venezuela y Balcarce (Ojo ¡buenísimos los panchos!) y otro día te sienta en la mesa con Dolli. El que quiera un cambio, que lo pida, el que quiera acción, que se mueva y el que está harto de la rutina: que empiece a decir que SI y se deje sorprender!
¡Gracias Dolli!
Me encanto este post tan delicioso! 😉 Keep up the good bloggin’!
http://www.she-comes-in-colors.blogspot.com
Gracias!!!! Me encanto tu post!!!!